S. Nicolás Turdo estudia Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional del Centro (Argentina). Ha publicado en diversos medios incluyendo El Tiempo Latino (EE.UU.).
Argentina es hoy un país turbulento, aunque a los ojos de las personas comunes en el mundo pueda parecer seducir con la imagen de una nación de gente pudiente y prospera. Por lo menos, esa era la imagen que más de una vez transmitió. Pero, ¿de dónde viene, precisamente, ese retrato de prosperidad?
En las siguientes líneas voy a tratar de develar de donde proviene esa concepción, relacionada con una historia interesante y atrapante, pero con un presente y un futuro más que inciertos...
El comienzo de la decadencia bien puede fijarse hacia 1935, cuando se creó el Banco Central de la República Argentina, y desde entonces, sin casi interrupción, se adoptó una política monetaria expansiva, la base de una siempre presente inflación para solventar el gasto público del gobierno. Se estatizaron las empresas ferroviarias, el petróleo y toda la energía, las comunicaciones. Obviamente, la corrupción que implican esas prácticas se extendió a lo largo y a lo ancho del país. En fin, el agrandamiento del Leviatán nacional, rompió todo tipo de federalismo y ha hecho a las provincias totalmente dependientes del gobierno central.
Lo anterior se dio junto con una política comercial mercantilista, con principios de protección nacional y aranceles a las importaciones que, por supuesto, pulverizaron el progreso y el desarrollo, hasta ese momento notables. Se destruyó la cultura del trabajo, el esfuerzo individual en aras de un difuso colectivismo, se puso en duda la propiedad privada, se difundió la idea que se puede vivir a costa del estado.
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